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Diferencias entre la carne roja y la carne blanca

Tanto las carnes rojas como las carnes blancas poseen un elevado porcentaje de proteínas de alta calidad que son esenciales para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Por esta razón, es fundamental que se incluyan de forma habitual dentro de una dieta equilibrada. Pero además de ser ricas en proteínas, aportan numerosas vitaminas y minerales, que también son importantes para nuestra salud.

Dentro del grupo de las carnes rojas quedarían encuadradas la carne de buey, la de vacuno, la de caballo y las de caza, incluyendo las vísceras. Por su parte, las carnes blancas son la de pavo, pollo o conejo. Mientras que la carne de cerdo y cordero puede ser blanca o roja en función de la edad del animal y de la parte del cuerpo.

A grandes rasgos, es recomendable el consumo de 3 o 4 raciones de carne por semana, pero si es carne roja no debería consumiré más de una vez por semana. Siempre es más saludable la carne blanca, ya que cuenta con un valor nutricional parecido pero es más magra y contiene menos purinas, que cuando se consumen en exceso pueden dar lugar a la aparición de enfermedades del corazón. En cualquier caso, ambas tienen lugar en una dieta equilibrada, ya que aportan beneficios para el organismo siempre que sea consumida adecuadamente.

Diferencias entre la carne roja y la carne blanca

La primera diferencia que encontramos entre las carnes rojas y las carnes blancas es precisamente lo que les da su nombre, el color, que está relacionado con la cantidad de mioglobina, una proteína que se encuentra en las fibras musculares.

Es cierto que las carnes rojas contienen un mayor porcentaje de hierro que las blancas, por lo que se recomienda para aquellas personas que padecen anemia. No obstante, también contienen más grasa y mayor cantidad de purinas. Las purinas son un producto de degradación de las proteínas y ayudan a la producción de ácido úrico. Es precisamente esta mayor cantidad de grasa y sangre de la carne roja lo que la hace más sabrosa que las carnes blancas. En cambio, la carne blanca posee un porcentaje de grasa mucho menor y aporta proteínas de mayor valor biológico.

La carne roja

La carne roja constituye una importante fuente de proteínas de calidad. En función del animal que proceda y su crianza, puede llegar a contener entre un 15 y un 25% de proteínas. Esto la convierte en un alimento esencial para fortalecer la musculatura.

Además, posee un mayor porcentaje de minerales. Su contenido en zinc, potasio y fósforo contribuyen al desarrollo celular. Pero además aporta vitaminas del grupo B, esenciales para un sistema nervioso saludable. Y, al contar con hierro de fácil absorción, es muy recomendable para aquellos casos en las que se padezca un déficit de este mineral.

Eso sí, es fundamental que estén muy bien cocinadas para evitar intoxicaciones alimentarias, lo que no significa que tengan que estar muy hechas. Con que el centro de la carne llegue a los 60 grados centígrados es suficiente.

En cuanto al sabor, presenta un sabor mucho más intenso y una mayor jugosidad. En gran medida debido a la gran cantidad de grasa que contiene. Por esta razón, siempre es recomendable decantarse por piezas más magras, como el solomillo o el lomo, y evitar las carnes picadas, que suelen contener mayor cantidad de grasa.

La carne blanca

La carne blanca destaca por su alto contenido de proteínas y por ser baja en grasas y en calorías, y por ser más digestiva, por lo que es habitual encontrarlas en dietas blandas y como parte de la alimentación infantil. Aunque la calidad de las proteínas es un poco inferior a las de la carne roja, contiene la misma cantidad de ellas o incluso más, lo que es esencial para el organismo. Llegando a aportar hasta un 28% de proteínas. Por este motivo, suele ser una de las más populares entre los deportistas y personas que están siguiendo dietas de adelgazamiento.

Pero también proporciona vitamina B, aunque en menor cantidad que la carne roja, potasio, zinc, yodo y fósforo. Además, proporciona hierro, pero en menor cantidad que las rojas. Y lo mismo sucede con el colesterol, ya que aporta entre 40 y 80 mg de esta sustancia por cada 100 gramos de alimento. Esto la convierte en una carne más saludable que la roja.

Del mismo modo que la carne roja, debe cocinarse muy bien para evitar intoxicaciones alimentarias. No obstante, requiere de menor tiempo de cocción, siendo el horno y la plancha las opciones más saludables y más idóneas para conservar sus beneficios.

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